Mira he elegido a Besalel, hijo de Urieles, hijo de Jur, de la tribu de Judá, y le he dotado de habilidades extraordinarias, de destreza, talento y pericia en toda clase de trabajos. (Éxodo 31:1)
A pesar de pasar una buena parte de nuestras vidas en el trabajo -sea este pagado o no- no tenemos una buena teología acerca del mismo. Millones de seguidores de Jesús se levantan por las mañanas y se dirigen hacia los lugares donde se ganan su sustento diario. Otros se quedan en las casas cuidando del hogar y sus familias. Lo hacen sin ver una conexión entre su ocupación y la espiritualidad; su trabajo y el Reino de Dios; sus tareas y el servicio a un mundo roto.
Los reformadores protestantes introdujeron el concepto -del cual ya he hablado en otras ocasiones- de la gracia común. Entendían que el Señor, a pesar de la rebelión de la humanidad, seguía buscando su bienestar y prosperidad y, para ello, otorgaba dones a los seres humanos -cristianos o no cristianos- para que pudieran desarrollar la ciencia, la técnica, las artes, etc. Es en línea con eso que puedo entender el pasaje de Éxodo reproducido al comienzo de esta entrada.
Las implicaciones para el día a día son tremendas. En primer lugar, Dios te ha dado la capacidad para que desarrolles una profesión. En segundo lugar, con esta profesión sirves, de parte del Señor, a un mundo necesitado. En tercer lugar, tu profesión es un acto de adoración al Padre si le pones el corazón. En cuarto lugar, si vives tu profesión -vuelvo a insistir, pagada o no pagada- estás alineado con el propósito del Señor y, consecuentemente, vivirás con más sentido y plenitud.
Felix Ortiz
¿Cómo vives tu trabajo?