Si quieres gozar de la vida y vivir una vida feliz, deja de hablar mal de otros y de andar diciendo mentiras; aléjate del mal y haz lo bueno, y procura vivir siempre en paz. (Salmo 34:13-14)
Junto con la búsqueda de la piedra filosofal -la fórmula química que podía convertir los metales en oro-, la fuente de la eterna juventud y el Santo Grial -la copa que Jesús usó durante la última cena-, la búsqueda de la felicidad ha sido una de las constantes en la historia humana. No conozco a nadie, absolutamente a nadie que no desee ser feliz. Incluso hay quien patológicamente encuentra felicidad, o un sucedáneo de ella, en ser y sentirse miserable. Todos los creativos de las agencias de publicidad explotan esa necesidad para vendernos todo tipo de servicios, experiencias o productos. Prometen que en ellos encontraremos la auténtica y deseada felicidad.
Lo interesante del salmo, en mi opinión es el contraste que presenta. Habitualmente siempre pensamos que la felicidad la vamos a encontrar fuera, por medio de algo o alguien. Aquí vemos que es al contrario, la vamos a encontrar dentro de nosotros y la debemos de cultivar de forma proactiva e intencional. Todos los verbos que se usan en este pasaje son de acción -dejar, andar, alejarse, hacer, procurar-. No pasan, se construyen, se realizan, se llevan a cabo, se trabajan laboriosamente. Dicho de otro modo, la felicidad no cae del cielo, no se encuentra como la aguja en el pajar, no es un regalo que unos reciben de forma arbitraria en detrimento de otros. Dios nos da una fórmula para trabajarla.
¿Cuál es tu grado de felicidad de 0 a 10? ¿Qué te enseña tu respuesta?
Tomado de Félix Ortiz