Rodeada de una familia cristiana, Rita decidió alejarse de todo aquello que tenga que ver con Dios. “Una vez mi padre llegó a casa llorando desconsoladamente, el gobierno había ejecutado a mi tío por ser cristiano, aquella escena impactó mi vida”, cuenta Rita. Después de las múltiples ejecuciones de las que fue testigo, Rita decide escapar de su país.
“No quería ser llamada cristiana, es por eso que huí de mi país, cruce la frontera nadando y llegué a un pueblito en el que fui capturada por traficantes de personas, quienes me vendieron a un granjero chino”, recuerda Rita. Al pasar el tiempo, ambos se enamoraron. Pero aún así, extrañaba su hogar. Para sorpresa de Rita, su suegra era una fiel cristiana.
«Una noche seguí a mi suegra a una reunión clandestina. Ahí descubrí que era cristiana y al pasar el tiempo, entregué mi vida a Dios”, cuenta Rita. Después de su conversión, volvió a su país, quería que su familia supiera que ahora era cristiana. Al cruzar la frontera fue arrestada por militares y enviada a prisión.
Sufrió maltratos inhumanos. “Cuando era torturada, solo pedía la misericordia de Dios. Él me contestó de manera sobrenatural y al poco tiempo estaba al lado de mi familia exaltando el nombre de Jesucristo”, concluye Rita. El testimonio de la joven revela el gran poder de la oración a través de una familia que no dejó de orar por ella.
(*) Nombre modificado por motivos de seguridad.