¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas. SALMO 36:7
¿Por qué nos crearon? ¿Fue porque merecíamos que nos crearan? ¿Cómo puede ser que nada merezca algo? Hubo un tiempo en el que no existía el género humano. Entonces, ¿cómo podría un ser humano que no existía merecer algo? ¿Cómo podría un hombre que aún no se había creado ganar algo o acumular méritos? No podría ser así. Dios, por su bondad, nos creó. ¿Por qué no nos destruyeron cuando pecamos? La única respuesta es que Dios, por su bondad, nos perdonó.
El Dios cordial y bondadoso nos perdonó. ¿Por qué el Hijo Eterno de Dios derramaría su sangre por nosotros? La respuesta es: por su bondad y misericordia. «Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas» (Salmo 36:7). ¿Por qué Dios me perdona cuando peco y, luego, me perdonará una y otra vez? Porque Dios, por su bondad, actúa de acuerdo con esa bondad y hace lo que le dicta su amoroso corazón.
Padre amoroso, hoy me inclino en humilde dependencia de tu bondad, a pesar de que no la merezco. Amén.
Tomado de Teología sana.